Los trastornos del lenguaje oral muestran una repercusión directa con las manifestaciones diferenciales del lenguaje escrito.
El lenguaje escrito presenta la misma estructura propia del lenguaje oral y por lo tanto de igual forma presenta trastornos que pueden ubicarse desde los niveles motivacionales hasta los propios de la programación articulatoria.
Esta forma de lenguaje comprende los procesos de lectura y escritura, con sus manifestaciones de “codificación” y “decodificación”.
Una condición necesaria para asimilar la escritura es que el niño haya adquirido el lenguaje oral, puesto que aquellas estructuras que hacen posible el sistema funcional verbal serán también necesarias en la escritura.
Con lo anterior se fundamenta que los trastornos del lenguaje escrito pueden tener la misma base etiológica de los trastornos del lenguaje oral.
Para la formación del lenguaje oral son necesarios los analizadores verbal – motor y verbal – auditivo. El visual ocupa un papel secundario.
Mientras que para el lenguaje escrito, los dos primeros analizadores son necesarios, pero el tercero es de vital importancia.
De lo anterior se desprende la necesidad de reflexionar sobre la estrecha vinculación que existe entre el lenguaje y el aprendizaje escolar.
Puesto que el lenguaje, como función psico-neuro-fisiológica, constituye la materia prima de las construcciones pedagógicas que se generan en el ámbito escolar.
Fundamentalmente con el lenguaje el niño construye los procesos que desembocan en la apropiación de la lectura y de la escritura. Poco a poco el lenguaje se constituye en la estrategia fundamental para la construcción del conocimiento, ya que permite transcontextualizar la realidad.
La lectura como actividad compleja que parte de la decodificación de los signos escritos y termina en la comprensión del significado de las oraciones y los textos. Durante esta actividad el lector mantiene una actitud personal activa y afectiva, puesto que aporta sus conocimientos para interpretar la información, regula su atención, su motivación, y genera predicciones y preguntas sobre lo que está leyendo.
Los procesos de escritura, contrariamente a los de lectura, han recibido muy poca atención. Como en el caso de la lectura, uno de los factores que facilita la escritura es la automatización de determinados procesos.
La mayoría de los investigadores coinciden en señalar que existen cuatro procesos cognitivos implicados en la escritura.
Los cuales son: planificación del mensaje, construcción de las estructuras sintácticas, selección de palabras y procesos motores. Cada uno de ellos está compuesto por distintos subprocesos (Cuetos, 1991).
Finalmente los procesos motores, los cuales son los más periféricos o de más bajo nivel cognitivo.
Una vez que sabemos la forma ortográfica de las palabras o conocemos los grafemas y la secuencia de los mismos, debemos elegir el alógrafo correspondiente, para ello debemos recuperar de la memoria a largo plazo el patrón motor correspondiente.
Seguir leyendo el artículo en el sitio web original.
Fuente utilizada: http://www.grupoalianzaempresarial.com/